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martes, 11 de enero de 2011

En un callejón (relato erótico gay).

Estamos en la discoteca. Se acerca a mí y empieza a bailar conmigo. Observo lentamente cada una de las marcas de sus abdominales. Son tan tentadores como el chocolate. Sólo pienso en fundirlo.
Sigo bailando con él. Aún no hemos intercambiado ni una palabra, ni lo vamos a hacer. Nos comunicamos sólo con la mirada y los gestos. Bailamos cada vez más cerca. Se nota que ambos nos estamos empezando a calentar. No puedo evitar mirar su paquete, está tan marcado por su apretado pantalón...Mi polla está tan erecta como la estatua de la libertad, al igual que la suya. Bailamos más pegados aún y nuestras pollas ya se rozan. Me doy media vuelta y empiezo a caminar lentamente. Él me sigue. Acabamos en un callejón sin salida, por el cual no va a pasar nadie. Nos besamos como locos, su lengua conociendo cada milímetro de mi cuello y cada milímetro de mi piel convirtiéndose en la piel de una gallina. Mientras tanto, mi mano traviesa decide huir a su pantalón, donde me espera su duro amigo. Lo acaricio lentamente, con suavidad, poquito a poco por el tallo hasta llegar a la flor. Me agacho y rozo ligeramente mi lengua contra sus frutos y cada vez los voy chupando más fuerte.
Muy rápidamente, casi sin que yo me diera cuenta de ello, me da la vuelta y me pone contra la pared y me folla como nadie me ha follado nunca, haciéndome aullar como una loba en celo bajo una luna llena, copulándome como un conejo. Poco después siento cómo su cálido semen penetra en mi cuerpo, haciendo que yo llegue al éxtasis total.
- Me llamo Pedro.- me dice.
- Yo soy Roberto.- le contesto.

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