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lunes, 17 de enero de 2011

Recuerdos de instituto

Camino lentamente hacia la ventanilla que hay al fondo del pasillo. Voy mirando las paredes, recordando aquellos días en los que yo pasaba allí toda la mañana. Miro los cuadros de las paredes que tanto añoro, los bancos donde más de una vez me he sentado, el suelo donde pasaron mis recuerdos. A la izquierda una puerta, la del despacho de la orientadora, donde un par de veces estuve en situaciones peculiares. Después otra puerta y un tablón de anuncios, él que siempre estuvo allí. A la izquierda, varias ventanas. Me asomo y observo el patio de recreo, donde aprendí a jugar al volley y donde jugué por última vez al rugby, donde tuve la caída más tonta y más graciosa y donde casi me hago daño por hacer el pino.
Sigo caminando por aquel pasillo y me asomo a la ventanilla, donde se encuentra la secretaria, mi antigua profesora de matemáticas. Me saluda con una gran sonrisa y yo a ella también. ¡Hacía tanto tiempo que no nos veíamos!
Después de un par de firmas y de tres años, recibo por fin el título de educación secundaria, el cual guardaré con mucho cariño, ya que en el instituto es donde pasé mis mejores años, no sólo gracias a mis amigos, sino también gracias a los profesores, que en su tiempo me educaron de la mejor manera posible.
Antes de irme saludo a algunos profesores, incluyendo a una de las mejores profesoras que tuve. Ella me daba lengua. Cuando llegué a su clase, todavía no había aprendido a analizar oraciones pero, cuando acabé ese curso y pasé a bachillerato, era quien mejor las analizaba de mi clase en bachillerato. En cuanto a literatura, gracias a ella aprendí todo lo que aprendí y aprendí a amar la literatura de Bécquer, la cual hasta entonces yo no había conocido y, gracias a ella, he decidido escribir mi primera novela. Gracias a ella aprendí a amar la vida, aunque sólo fuera un poquito. Gracias a ella aprendí a amar el teatro y a oír la sonrisa del principito cada vez que veo una estrella en el cielo.Gracias a ella aprendí a sacar las fuerzas para estudiar en los malos momentos y gracias a ello he llegado a lo que soy ahora mismo: una universitaria con muchísimas ganas de aprender.
Saludo a otros profesores, a los que también agradezco el esfuerzo que hacen a diario para que nosotros, los alumnos, aprendamos. Ellos también contribuyeron a que yo sea quién soy ahora, e incluso han hecho que escogiera el camino que he escogido, el de los idiomas. En secundaria, tuve las dos mejores profesoras de francés que se pueden tener. Con ellas aprendí todo el francés que sé.
Con todos estos profesores, he aprendido que en la vida hay que tener paciencia y que las cosas se consiguen poquito a poco, pero que con esfuerzo se consiguen.
Cuando me da la secretaria el título y ya he saludado a todos los profesores, me doy la vuelta y cruzo otra vez ese pasillo hasta las escaleras, con tristeza, porque no sé cuándo será la próxima vez que los vaya a ver y tampoco sé si los podré volver a ver, porque quizás ya no sigan en ese instituto. Sin embargo, a la vez me voy feliz, porque sé que, al verme, han recordado que, gracias a ellos, muchas personas han alcanzado sus objetivos y que su trabajo y su esfuerzo sí da frutos.

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