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jueves, 13 de enero de 2011

Apagados (relato erótico heterosexual)

Eran las diez de la noche. Hacía frío (era invierno) y yo había ido a casa de Sebastián a pasar la noche como hacía cada viernes, ya que éramos los únicos de nuestro grupo de amigos que no tenía pareja. Estábamos viendo Pesadilla antes de navidad cuando, de repente, se apagó la luz y también todos los electrodomésticos de la casa.
- Se ha ido la electricidad-dijo Sebastián.
Ambos estábamos en el sofá bajo una manta polar pero, al apagarse la calefacción, empecé a tener frío. Entonces, Sebastián me abrazó para que entrara en calor. Le miré a la cara y le di las gracias. Nuestros labios estaban muy cercanos. Él sólo me respondió con un beso en los labios. Entonces nos besamos una y otra vez y sus labios empezaron a recorrer mi cuello. Poco a poco fueron recorriendo el resto de mi cuerpo, mientras que sus manos se encargaban de, a su vez, quitarme la ropa. Empezó a tocarme los pechos, cuyos pezones estaban erectos por la calidez del momento. Su mano empezó a descender por mi cuerpo, a la vez que su lengua. Mientras atravesaba mis pechos, su mano acariciaba mi clítoris. Por un momento pensé que iba a arder por la fogosidad del momento. Acaricié su pene con suavidad, mientras lo chupaba y jugaba con él. Esto a Sebastián le encantaba, sobre todo cuando lamía sus testículos.  Cuando pensé que estaba a punto de explotar del placer, se puso encima de mi cuerpo (estando yo tumbada en el sofá) y metió su plátano en mi frutero. Lo movía hacia dentro y hacia fuera, cada vez con más cara de placer. Yo jadeaba cada vez más y, poco a poco, sentía más y más placer. Nuestros cuerpos estaban cada vez más unidos, y yo gritaba cada vez más hasta que ambos estallamos de placer a la vez, justo cuando volvió la electricidad y se encendió la luz.

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