Mi mente está ausente, a mis ojos les queda poco tiempo para cerrarse. Mi boca se abre para dar la bienvenida a un gran bostezo. "Sólo he dormido tres horas" pienso. Ya no sé qué pasa a mi alrededor. Ni me importa. El profesor habla y habla sobre un tema del que yo no entiendo nada, que es más fácil de entender cuando llegue a mi casa y lo lea tranquilamente. "Qué clase más absurda" pienso, "¿Por qué no nos enseñan algo útil?". La respuesta está en que es fundamental para entender todo lo que daremos en años posteriores.
Mi mente ha volado al mundo de los amores, al mundo de los cotilleos y después al País de Nunca Jamás (un lugar del que nunca jamás me despertaré hasta que alguien me hable y vuelva al mundo real). Cuando estoy en ese país, pienso en qué es lo siguiente que voy a escribir: "¿Seguiré escribiendo mi novela, del cual sólo llevo tres páginas y lo empecé a finales de noviembre, o escribiré otro relato?" y luego me contesto "Sé realista, siempre se te olvida seguir con la novela, a este paso no la vas a escribir nunca, ponte ya las pilas y déjate de tonterías. Sigue con la novela, que ya la tienes empezada." Seguidamente, me quedo dormida y lo siguiente que escucho es: "¿Y usted qué opina de la Revolución francesa?". Y lo único que sé contestar es "Que fue muy revolucionaria".
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