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domingo, 13 de febrero de 2011

"Me encanta la televisión: cuando alguien la enciende, me voy a la habitación de al lado para leer un libro"

Es increíble que un mundo entero dedique gran parte de su tiempo libre a ver la tele o a jugar a videojuegos. No digo que yo no la vea (para las noticias, algún documental y poco más), ni digo que yo no juegue con  videojuegos (baking life, en facebook), pero es absurdo que la gente se dedique a ver emisiones como Gran Hermano, que está repleto de vulgaridad, incultura y obscenidad. De los programas de cotilleo ya ni hablemos: ¿a quién le importa que algún famoso le haya sido infiel a su esposa? Y encima ella es inculta a más no poder y quiere presentarse a presidenta y, por ello, la llaman la princesa del pueblo. A todo esto, ¿princesa del pueblo? ¿Qué tiene ella de princesa? Nada. Las princesas no son vulgares, no son incultas y, desde luego, no aparecen en los platós de televisión armando un escándalo distinto cada semana que, a todo esto, a saber si estos escándalos son verídicos: ya parecen inverosímiles.
Estos son los programas de televisión que hacen que a la mayor parte de la población (debo añadir: inculta) sólo se interese por qué hace la vecina, cómo viste, adónde va, si es guapa o fea, si está gorda, con quién va, si es virgen, y aparte de ahí se crean rumores no verídicos que los demás incultos se creen y de ahí aparecen críticas sobre esa persona (e incluso discriminación). Si estas personas se dedicaran a otras cosas, como la literatura o el cine, esto no ocurriría.
Desde luego, opino tajantemente que esta sociedad debería acabar en un gran cubo de basura.

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